Los racionamientos, cada vez más agudos, el colapso operativo de la Empresa Nacional de Energía Eléctrica, y el impacto financiero de los sospechosos como oscuros contratos energéticos, tramados a la luz de negociaciones entre los sectores privados y oficiales, explican per sé, el apagón general en el que está sumido el subsector energético.

Un estado de oscuridad financiera, administrativa, y también ética; la conjugación de factores y conspiraciones que se han ido entrelazando en contra de los intereses del pueblo hondureño, para provocar el cortocircuito del sistema eléctrico nacional.

Ahora, como así ha sido casi siempre en este país, está en el ojo del huracán un contrato que la actual administración otorgó a una empresa privada generadora de energía, con otra razón social y otro nombre, y cuyos socios -por cierto- son muy cercanos al primer círculo de poder.

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El contrato otorgado para el suministro de 240 megavatios en base a diésel, cuyo costo de generación, según los expertos, casi duplica el costo si se utilizase bunker, vuelve a poner en contexto la cara factura que ha tenido que pagar el país a través de contratos lesivos y leoninos que en el pasado provocaron que Honduras llegase a tener uno de los costos más altos de electricidad en Centroamérica, y además, la tarifa más cara para los negocios y emprendimientos en el istmo.

Las más grandes y desleales conspiraciones contra los sagrados intereses del pueblo hondureño, reflejo del saqueo endémico que arruina las economías de los países y que hipoteca a las presentes y futuras generaciones; contratos negociados turbiamente entre autoridades y generadores privados, que han terminado de sumir al país en las tinieblas.

Eso han sido, en esencia, los contratos como el que ahora mismo está en el ojo del huracán. Estafas al Estado de Honduras a través de acuerdos que favorecen a la parte contratada, pero que también le deja al contratante, como ha sucedido siempre, una buenísima tajada del redondo negocio.

Una buena parte del colapso del subsector eléctrico hondureño, coinciden expertos y economistas, pasa por esos desmanes que son las negociaciones de ese tipo de contratos, y también, declaratorias de emergencia, aprobados y convenidos en condiciones desfavorables para el país.

En octubre del 2008, el Congreso Nacional de aquel entonces, le otorgó a la empresa que ahora ha sido recontratada, un contrato de generación a base de carbón por el orden de los mil 560 millones de dólares. Dicha energía nunca fue generada a pesar de que el contrato fue otorgado para un período de 14 años.

Se pasaron “por abajo” el informe del Tribunal Superior de Cuentas de aquel entonces que advertía que había un exceso en el costo del servicio de la empresa térmica contratada, además de que el contrato no contribuía a resolver la crisis financiera de la estatal eléctrica, y era groseramente lesivo a los intereses del pueblo hondureño.

Esa ha sido la trágica historia de trances entre nuestra clase política y los malos empresarios que lamentablemente tenemos en el país. Plantas privadas de generación, que estando apagadas, le garantizan a sus dueños, millonarios ingresos en detrimento del eficiente servicio al abonado, y obviamente, de las finanzas y riquezas de la nación.

La herencia maldita como bien le llamó el respetado ex gerente de la Enee, Luis Cosenza. La secuela de convenios que otorgados sin licitación y a precios exageradamente altos, agravaron las asimetrías financieras porque sus cláusulas velaron más por las utilidades de los proveedores y grupos empresariales nacionales y extranjeros, que hicieron el negocio de sus vidas a costa de las pingues ganancias que le quedaron al estado de Honduras.

Contratos que le causaron además graves distorsiones al mercado energético que no pudo expandirse a la libre competencia. Contratos que después fueron casi imposibles de disolver, suscritos bajo condiciones desfavorables y desleales con los intereses de la nación.

Cadenas contractuales que nos amarraron a una carísima factura energética, que llevó a la quiebra a micro y pequeños emprendimientos, y que nos tiene sometidos a este oscurantismo energético y económico. La endémica corrupción que arruinó nuestra economía y que ha hipotecado estas generaciones presentes y futuras y que las condena a vivir en la pobreza.

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